Vivimos en un mundo hostil.
Durante millones de años hemos sido crueles unos con otros, sociedades impartiendo penas y castigos creyéndose de mejor raza, mejor familia o mejor religión. Desde la existencia del ser humano, nos hemos enfrentado a la desigualdad de derechos por ser o pensar de cierta manera, por nacer en ciertos lugares o por tener gustos y creencias diferentes.
Nos hemos sentido con el derecho de juzgar y de señalar a nuestros hermanos, vecinos, amigos o conocidos, incluso, ahora con las redes sociales, nos creemos con el derecho de burlas, quejas, reclamos y chantajes de quienes las usan, solo porque escribimos y nos escondemos, porque no hay necesidad de dar la cara. ¿Quiénes somos nosotros para imponer nuestras razones?
Nos hemos enfrentado a la idea de las castas como un sistema que ha perpetuado desigualdades y hostilidad a lo largo de la historia. Ha habido grupos de personas marginadas, las cuales han tenido que soportar vivir en condiciones precarias, solo porque otro grupo de seres humanos un día inventó que ellos no tenían valor y se encargó de manipular a la sociedad para que lo creyera. Y se lo creyeron, lo creímos.
Esta condición pasó arrasando las sociedades, dejándonos impregnados de dolor y desesperanza, despedidas tortuosas, mirando hacia atrás y diciendo: "¿Pude haber hecho algo más?" Ya no podemos hacer nada por el pasado, ya está escrito; pero sí podemos escribir una nueva historia.
Podemos empezar por preguntarnos: ¿Siguen existiendo esas divisiones hoy en día? ¿Qué puedo hacer para cambiarlo?
Si miramos de cerca nuestra sociedad, el sistema de castas formales ha sido abolido, sin embargo, en muchos países se sigue viendo desigualdad económica, racial, de justicia y de oportunidades. Vemos a niños sin estudio y sin una infancia feliz, personas inocentes en la cárcel o, por el contrario, personas que han hecho daño, libres por el mundo. Revisemos en nuestro diario caminar quien está pasando por una situación de humillación y ayudemos a que esto cambie, abramos nuestros ojos a las necesidades del mundo, pero sobre todo, de quienes son cercanos porque pueden estar sufriendo en silencio y les da miedo levantar la mano. Podemos crear esperanza.
He leído testimonios de sobrevivientes de los campos nazis que, a pesar del dolor, encontraron la fuerza para transformar su sufrimiento en una oportunidad de cambio. Tuvieron la valentía de salir victoriosos a pesar de lo difícil que fue la experiencia y tomaron estas vivencias como un impulso para mejorar el mundo, evitar más calamidad en el ser humano y demostrar con su resiliencia que es posible construir una mejor vida.
Somos capaces de reconstruirnos, de escribir un nuevo libro, todos somos posibilidad infinita, tenemos la capacidad de levantarnos, de aprender de nuevo, de crecer, de impartir conocimiento y crecimiento, pero el autoconocimiento es clave porque hace que tus ojos físicos y espirituales se abran a los problemas que tiene la sociedad, y logres dar un poco de alivio con tu luz. Te invito a no hacerte el que no ve los problemas, sino a ser de aquellos que dicen: quiero ver, aunque me duela, para aportar y mejorar.
Te invito a cuestionar y desafiar las barreras impuestas por la sociedad, porque aunque el mundo puede ser hostil, cada uno puede decidir cómo enfrentarlo y construir su propio camino. Y así se construye un mundo mejor, cambiando una vida a la vez, y si todos tenemos esa consciencia, más rápido llegaremos a la meta de vivir mejor y ayudar a otros a lograrlo.
Con amor,
Alexa Gómez S.
Comentarios
Publicar un comentario