Un mundo que cambia constantemente nos hace ir más rápido. Se ha perdido el valor de la familia ya que los hijos año tras año son menos en el núcleo familiar. La distancia, el trabajo, las nuevas costumbres, te hacen desequilibrar. Cada vez estamos más lejos de reunir familias completas, de dar besos y abrazos de fin de año por montones. Cada vez es menos la vivencia de las tradiciones en los pueblos y en las ciudades natales. Hijos que se han ido en busca de nuevas oportunidades.
Por eso es tan difícil verlos crecer, partir y hacer su propia vida. Crean sus propias experiencias, hacen nuevas amistades, se enamoran, aprenden a trabajar y tener su dinero, y en un momento dado, dejas de ser su heroína. En un abrir y cerrar de ojos.
Y te preguntas: ¿En qué momento pasó? ¿Cuándo dejamos de ser tan importantes en su vida? Ahí es cuando llega la escena más difícil , te das cuenta que el amor de una madre hacia un hijo no es igual que aquel que siente un hijo por una madre. Entendemos el porqué de nuestras pataletas en la adolescencia, la falta de paciencia con nuestros padres, el habernos desprendido tan fácilmente cuando nos fuimos de casa. Les dejamos un vacío enorme y ahora es el turno de nosotros sentir esa ausencia. Veía lejos ese día.
Pero en medio del asombro, la tristeza, el agobio y la pena, estoy yo en medio, también orgullosa de ver a un joven convertirse en hombre, ser responsable, amoroso, amado, sin miedo, lleno de energía, de fuerza, de vitalidad y con ganas de comerse el mundo; digo con orgullo: yo formé a ese caballero, que alegría me da.
En esta tierra donde vemos jóvenes perdidos por las drogas, el alcohol, la pornografía, la delincuencia, que bonito se siente soltarle un gran ser humano al mundo. Un hombre de bien, que aporta y suma a la sociedad.
Así que por más que se te desgarre el corazón, que sientas el nido vacío y no entiendas la situación, estás ahí de pie con los ojos aguados, con el corazón hinchado, la frente en alto sabiendo que hiciste un gran trabajo, que disfrutaste a ese pequeño cuando aún quería jugar y dormir contigo, cuando enfermó estuviste ahí para el, cuando creció tomó el rumbo correcto.
Es la tranquilidad de que has dado tu cien por ciento, con errores y desaciertos, de eso no hay duda, pero siempre con la satisfacción de que aunque esté lejos, se case, tenga hijos, vida, viajes y mucho dinero, sabe que estarás ahí para el, porque siempre habrá esa conexión que solo las madres dan, ese cordón invisible que nunca se rompe.
Seguiré siendo una heroína porque yo lo decido, porque doy lo mejor de mí, me abrazo y honro el rol más hermoso que he tenido, el ser madre. Nunca dejaré de serlo; y aunque mis dos grandes amores no estén conmigo hoy, mi alma está cerquita de ellos. Una madre nunca deja de serlo.
Cada vez que mire al cielo, sabré que hay una estrellita que me cuida e ilumina desde allí; y que en algún lugar del planeta hay otro ser humano que al observar con detenimiento la luna, también me recuerda.
El amor se transforma.
AlexaGS
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