Los seres humanos somos complejos. Es difícil descifrarnos porque cada uno es un mundo diferente; y no tenemos la verdad absoluta de lo que nos rodea ni de lo que sentimos, mucho menos, de aquello que vivimos. Tampoco tenemos la verdad absoluta de lo que somos, lo que ven los demás de nosotros no existe, ni siquiera nosotros mismos lo sabemos. Hoy podemos ser una persona y mañana otra totalmente diferente. Así que si dices conocerme, déjame decirte que eso no es cierto.
En los momentos más complicados es que conocemos nuestra verdadera esencia, en esos momentos de angustia, desesperación y dolor, es cuando descubrimos quienes somos y cuando más analíticos debemos ser con nuestro comportamiento.
Cuando mi hija Julieta estaba en esos días de complicaciones de salud, en esas noches sin dormir, con mucho trabajo en la pastelería, mi reacción era de desespero, de ansiedad, gritos, locura, querer salir corriendo, en esa intimidad descubrí quien era realmente bajo presión; y eso hizo que empezara a trabajar en mi, para comportarme mejor, soltar el dolor y el control, distraer el agotamiento y responder de la manera adecuada en las situaciones adversas.
En ese momento tuve que poner un freno de mano a mi naturaleza perfeccionista y controladora, que creía que el país de las maravillas existía y cada vez lo veía más lejos.
El verdadero y maravilloso existir es en el aquí y en el ahora, no es un destino, es un trayecto.
Vamos por la vida sin vida, pasando por alto a los demás y a la realidad.
La vida es ganar-ganar, pero los días los vivimos creyendo que es perder-ganar, ganar-perder; ó perder-perder, es decir, que en muchas ocasiones pensamos: prefiero que pierdas, así a mí me toque hacerlo también. Creemos que unos tienen que perder para nosotros poder ganar, en ese triste actuar se ha convertido el juego de nuestra existencia.
Hoy miro atrás y veo muchos momentos desperdiciados en la queja, el odio, el rencor, el dolor; sin la capacidad de perdonar, creyéndome con la verdad, una que no existe, porque lo que para ti es cierto, para el otro no, lo que para ti muchas veces es correcto, para el otro no.
Juguemos a ganar-ganar porque solo así se consigue un mejor país. Contagiémonos de los mejores pensamientos, de los más lindos deseos hacia los demás, alegrémonos por los triunfos ajenos, para que las bendiciones también lleguen a nuestra puerta.
Impulsemos nuestro comportamiento a servir, a soltar el control y la crítica, no juzguemos y amemos a los demás. Actuemos extraordinariamente, porque aún los pecadores aman a quienes los aman y ayudan a quienes ellos quieren; pero el verdadero cambio es dar lo mejor de nosotros, incluso a quienes nos han hecho daño, ahí está el cambio que queremos ver en el mundo.
Ser extraordinario es más fácil de lo que creemos: Hagamos algo extra de lo ordinario.
Con Amor,
Alexandra Gómez S.
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