Una mañana de aprendizaje en conferencia, mis ojos se abrieron. Estaba rodeada de mujeres que aman, respetan y sirven a Dios por medio de su trabajo, dones y talentos. Escuchándolas hablar, me di cuenta que llevaba mucho tiempo perdida y que necesitaba volver a reencontrarme con el Señor de la manera correcta.
Entendí que Dios quiere para mí lo mejor, Él es un Padre amoroso, comprensivo y diseñó todo lo que nos rodea, incluso, nos diseñó a nosotras mismas para tener éxito. Se nos olvida el plan de Dios con los seres humanos: aportarnos valor unos a otros para vivir en armonía, colaborar, apoyar e impulsarnos. Los avances científicos y tecnológicos han sido guiados por Él, ha puesto el querer como el hacer en los corazones y mentes de los inventores y estudiosos; y les ha dado la sabiduría necesaria para pensarlos, soñarlos, planearlos y crearlos. Démosles el uso correcto.
Nuestra misión es que la vida sea mucho más ligera cuando compartimos las cargas. Necesitamos entender que somos buenos en algo y que debemos ponerlo al servicio del mundo para que haya un equilibrio verdadero. Y cuando hablo de equilibrio no me refiero a la justicia, eso no existe, por supuesto que sí es necesario tener claro que debemos actuar lo más justo posible, pero que en nuestra manos no está el salvar el mundo, solo salvar nuestro metro cuadrado. Debemos soltar el victimismo, el ego, el dolor y reescribir nuestra historia.
Dejemos de ser la pobre niña llena de tristeza que necesita ser salvada. Y no me mal interpretes, puedes sentir dolor, tristeza, rabia, de eso no hay duda, pero no te refugies en esas emociones tomándolas como excusas para no dar los pasos necesarios y cambiar. En muchas ocasiones con tu actitud, tus palabras e incluso miradas, haz hecho sentir culpable a tus padres por sus decisiones en el pasado y por la crianza que te brindaron, que según tú, han ocasionado tus desgracias. También te haz ensañado con tu pareja por no ser perfecta y no hacer lo que tu digas, con tus hijos porque has dado todo de ti y no mereces que te abandonen o te hagan desplantes.
Deja de victimizarte y encuentra el plan perfecto que Dios tiene para ti. Es único y hay para todos. Sana tu misma, busca ayuda, prepárate. Esfuérzate y sé valiente dice la biblia.
Conviértete en una mujer empresaria de Dios, la que hace lo correcto, que ayuda con lo que está en sus manos, que se hace responsable de sus heridas, avanza, lucha por lo que quiere, no permite relaciones dañinas y vive a su manera pero haciendo el bien. Encuentra qué hay en ti que debes y puedes mejorar, en tu empresa como puedas impactar, seas empleada, dueña, proveedora de productos o servicios; haz tu trabajo en excelencia. Como dicen por ahí: haz el bien y no mires a quién.
Eso significa ser empresarias de Dios, ponernos al servicio de los demás, hacer colaboraciones, unirnos, sentir armonía y plenitud. Trabaja tus partes oscuras, es tu obligación, no cargues a otros con tus tristezas y con tu ira, nadie lo mereces, incluso ni tu misma.
Con amor,
Alexa Gómez S.
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