¿Cómo sería mi vida si hubiera nacido en otra familia? ¿Ó si hubiera actuado diferente en ciertas circunstancias?
Mi pregunta principal casi siempre es: ¿Cómo sería mi hija Julieta si hubiera sido una niña sin parálisis cerebral? ¿Cómo estaría hoy si aún viviera? Me la imagino feliz, sonriente y con un carácter fuerte. ¿Se parecería más a mi o al papá?
Son preguntas que nunca serán contestadas. La vida sucede como debe de suceder y tenemos que vivir según lo establecido en ella, simplemente es lo que necesitamos experimentar para ser personas diferentes, vivir en coherencia; convertirnos en el ser que Dios tiene destinado, por eso debemos atravesar el dolor para conocer la alegría, vivir situaciones de desesperación para entender en que momento sentimos plenitud.
Es inevitable cada experiencia, no podemos negarnos a conocer las personas que llegan a nuestra vida, o las que tenemos que despedir de ella, todo cobra sentido con el tiempo.
Quisiéramos salir corriendo, gritar, llorar, dejar de sufrir; y no dimensionamos que podemos disfrutar el proceso, o por lo menos sentir paz. Paz en medio de la tormenta dice el Señor. Eso no significa que no podamos vivir angustia o desesperanza, somos seres humanos y vivimos emociones y sentimientos cada día, la diferencia está en soltar las cargas que nos trae el día a día, confiar en el proceso.
¿Cómo hacerlo?
Siendo agradecidos por cada situación. Así como lo lees.
¿Cómo agradecer en medio de lagrimas y sufrimiento?
Porque si estás sintiendo dolor es porque estás vivo y aún no has terminado de cumplir tu propósito en este mundo. Estás sintiendo porque aún tienes la capacidad de crecer y expandirte, de impulsarte y ser mejor. Estás siendo pasado por el fuego para convertirte en diamante.
Agradece el diamante que serás y las vidas que vas a impactar.
Con amor,
Alexandra Gómez S.
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