Y me encontré con Él cara a cara. Se me reveló por medio de personas maravillosas. Sentí que me habló directo al corazón y con claridad. Estaba lejos de Él aunque me sentía muy cerca.
Durante muchos años tuve pereza absoluta por querer estar en una iglesia y con personas cercanas a estas creencias. Mi madre siempre fue muy religiosa y nos obligaba a congregarnos los domingos. Esa parte de mi niñez fue muy linda al conocer y reconocer a Dios en mi vida; por eso hasta el día de hoy se lo agradezco a mi madre, por brindarme esas bases sólidas y unos valores inamovibles en mi carácter.
Pero les confieso que también fue una época donde me llené de muchos miedos, nos hablaban de muchos pecados, de Dios como un ser castigador, que vendría y se llevaría solo a los buenos; incluso, cuando tenía diez años aproximadamente, ciertos días despertaba y estaba sola en casa, me preguntaba si Dios había venido en las nubes como nos habían relatado; y yo me había quedado en la tierra: ¿Será que me porté mal y por eso Dios me dejó aquí? Vivía observando si cada juguete tenía la marca del diablo y cuando llovía me atemorizaba porque nos enseñaron que los truenos eran la voz de Dios enojado.
Además, a mi mamá siempre la veía llena de temores, con falta de dinero y de tiempo; llena de vacíos y dolor; y ese no era el Dios que yo quería en mi vida. Por esos motivos principalmente, al crecer y al iniciar una vida con el papá de mi hijo, no quería saber nada de la iglesia y mucho menos de las personas que pertenecen a ella. Según yo, ya podía tomar mis propias decisiones al respecto, así que inicié mi propia espiritualidad, pero la verdad, es que me alejé mucho de su luz y de su amor.
Dios siempre ha sido el centro de mi vida. Como lo escribí al inicio, esas bases fueron fundamentales para actuar siempre de manera correcta, o lo más correcto posible; y de pedirle su guía para todo.
Después nació mi hija Julieta con parálisis cerebral, ella era muy frágil y su salud era muy inestable. Peleé con Dios porque no entendía ella porque debía sufrir y nosotros vivir estas situaciones como familia. Lloré, me alejé más de Él, no volví a leer la biblia no a pisar una iglesia. Empecé un camino de crecimiento personal que me llevó a leer, meditar, a respirar mejor y volví a tener esa conexión con Dios, incluso después de la muerte de mi Julieta.
Sin embargo, hace unos días hablé con una joven de negocios, estuvimos revisando las posibilidades de su compañía y de la mía, no nos conocíamos y debido a eso, estamos formando una amistad muy linda.
Ella me invitó a una conferencia donde me reencontré cara a cara con la realidad de Dios, el que siempre he querido ver, sentir y al que le creo. Ese Dios abundante y misericordioso, el que te dice que te ama, que mereces lo mejor, que el siempre quiere que tu seas feliz y tengas abundancia, que quiere que seas millonario, que seas grande, que tengas comunidad, que impactes vidas bajo su palabra y su cuidado.
Pero el Dios que también quiere que te muevas, que luches por lo que te gusta y lo que quieres, porque si lo sientes en tu interior es porque el lo puso en tu corazón desde que naciste. Que no necesitas hablar con ángeles ni esperar revelaciones por medio de la meditación, que eres tu con Él y nadie más.
Ha sido maravilloso reencontrarme con ese Dios bondadoso, encontrar esa Fe inquebrantable que me indica que no me falta ni me faltará nada. Pero no lo hablo desde el aspecto económico solamente, lo hablo desde el gozo, la paz, la tranquilidad, el amor, la sabiduría. Que con Él lo tengo todo y no necesito respuestas externas. Mi corazón está ahí pegadito a Jesús para escuchar en susurro sus respuestas y tomar las mejores decisiones, que me permite estar en el aquí y en el ahora. Respirar, relajarme y sonreír.
Te invito a que revises cuales han sido esas creencias que tienes de Dios y de la iglesia, si estás alejado de la verdad y piensas que la pobreza y la mediocridad es lo que Dios quiere para ti. Porque no es así, abre tus ojos y empieza a sentirte merecedor de lo mejor. ¡Ah! y por supuesto, ve por eso que sueñas, allí sentado no lo vas a conseguir.
Con amor,
Alexandra Gómez S.
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