¿Qué le dirías a tu yo de veinte años?
Si cierras los ojos y recuerdas a esa persona joven y llena de vida con la experiencia y vivencias que tienes hoy: ¿qué le aconsejarías?
Veo pasar la vida ante mis ojos. Los cierro y se forma una película de todas las vivencias; pero llegar a ese justo momento de mis veinte años me recuerda una transición impresionante y un cambio de vida abrupto.
¿Qué hice con mi vida? Esto no era lo que yo soñaba. Sola en un país diferente, con veinte años, un bebé en brazos, cocinando, lavando ropa y limpiando la casa. ¿En qué momento perdí el rumbo? Eso era lo que pensaba.
Era una niña de quince años que soñaba con ser periodista, le encantaba escribir, hacer resúmenes en el colegio, escribir cartas a sus amigas para sus novios, esa creatividad me aceleraba el corazón. A mis dieciséis años, empecé a presentar un programa de televisión con mi amiga Ximena, en el canal del barrio donde ella vivía. Fue una experiencia maravillosa, la que me llevó a conocer personas de otros canales más grandes, que me dieron la oportunidad de presentar un programa sola.
Hacía mis propias investigaciones y me inventé un telepronter con una hoja que contenía mis escritos y la pegaba debajo de la cámara de grabación, esto me servía de guía.
Así transcurrió un año; y a mis diecisiete, ya con más experiencia, presenté un casting en otro canal de televisión aquí en mi ciudad, que transmitía su programación en todo Cali; y para mi sorpresa y alegría, lo gané. Mis padres fueron a la entrevista conmigo porque al ser menor de edad, ellos debían firmar el contrato. Yo me sentía feliz, no había ni siquiera terminado el colegio y ya estaba cumpliendo sueños.
La persona encargada de elegir a la presentadora, un hombre de estatura baja, con la cabeza rapada, barba y una voz ronca, me invitó a salir en varias ocasiones, a las cuales siempre me negué, finalmente, según el, los directivos dieron la orden de no contratarme porque era menor de edad. Eso me ocasionó una enorme tristeza. Nunca supe si fue verdad. ¿Qué opinas tú?
Inicié mis estudios de comunicación social y periodismo en la universidad, y terminando el primer semestre, a mis dieciocho años, conozco a Andrés, mi esposo, con quien llevo veinte años de relación.
A los cuatro meses de haber iniciado nuestro noviazgo quedé embarazada. Uffff si, para sorpresa mía y de todos. La niña lista, estudiosa y con un futuro brillante, los decepcionó, se decepcionó ella misma. Pero siempre mi responsabilidad y mi corazón han sido más grandes que la razón, asumí el rol que me correspondía e inicié una nueva vida como esposa y mamá.
En toda esta historia era lo que pensaba cuando estaba en Chile, en un piso dieciséis, con un bebé de seis meses en brazos, viviendo sismos muy seguidos con mucho miedo, ocurren con normalidad en ese país, sin familia cerca, sin ayuda y con mi esposo de viaje por sus concentraciones como futbolista.
Lagrimas corrieron muchas veces por mis mejillas, estaba allí por decisión mía, amaba mi familia y lo que estábamos construyendo, pero también amaba mi versión de joven en la universidad, estudiosa, con talento y con muchos dones por explotar.
Hoy solo tengo para decirle a esa chica de veinte años, que la felicito por ser valiente, muchas se hubieran realizado un aborto, otras cuantas habrían preferido su carrera por delante de su hijo y lo hubieran dejado al cuidado de alguien más. Alguna que otra chica a esa edad, se hubiera disfrutado el momento porque consiguió quien la mantuviera. Pero ella no se rindió, estudió, se esforzó, trabajó, fue mamá presente y se dedicó a su familia.
Hoy le digo gracias, gracias a ti hoy tenemos el hogar que formamos, el hijo tan espectacular que criamos; y una hija en el cielo por la cual luchamos gracias a esa resiliencia y fortaleza, la que formó y forjó la Alexa de veinte años. Al final todo está bien y hoy tienes una vida plena. Pero también le digo, que tiene siempre oportunidad, que se la crea y la cree, porque sus sueños la llevan a ser feliz y sentirse plena.
Y si tu eres una chica de veinte años que está leyendo este texto, quiero que entiendas que los sueños nunca deben soltarse, que encuentres la manera de hacerlos realidad para convertirte en una valiosa mujer, la que nunca deja de ser feliz por ella misma. Si tienes la posibilidad de cuidarte y aún no ser mamá, hazlo, hay tiempo para todo, pero si ya eres mamita, aprovecha tus hijos al máximo, el tiempo pasa demasiado rápido, pero nunca te dejes de lado, busca cuales son tus sueños y ve por ellos.
Ser una mujer feliz y realizada te permite soltar miedos, culpas y tristezas pasadas. Nunca pares, el esfuerzo que haces a tus veinte se ve reflejado después, escoge bien tu difícil, sea cual sea la situación.
Con amor,
Alexandra Gómez S.
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