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¿Por qué nos dan tanto miedo las personas?

¿Por qué nos dan tanto miedo las personas?

En mi caso particular me da miedo hasta mi mamá (risa nerviosa). Me daba miedo decirle lo que pensaba; y a mi papá pedirle dinero. Siempre había rechazo. Sé que no lo hacían por mal, sus herramientas para una crianza consciente eran escasas. Mi mamá tenía la firme convicción que por ser la mamá y adulta, tenía siempre la razón. Y mi padre, al no vivir con nosotras, se le pasaba por alto todos los gatos que teníamos al interior de casa, mas aún siendo mujeres.

En el salón de clases, en primero de primaria, recuerdo estar sentada al lado de la ventana, era la primera fila y yo estaba al final de ella. En clase éramos alrededor de cuarenta niños. Estaba aprendiendo, hablando y jugando. Me paré y caminé rápidamente hacia la profesora. Le pedí permiso para ir al baño, tenia muchas ganas de orinar y por estar entretenida no me había percatado. Para sorpresa mía, ya que la profe Teresa era un amor de persona, su respuesta fue un NO rotundo y solicitó que me sentara. Yo muy obediente caminé cabizbaja  hasta mi pupitre y me senté. No hablé ni jugué más. Solo pensaba en las absurdas ganas que tenía de orinar.

Pasados los minutos mi cuerpo no dió más y entré en desesperación, me oriné sentada en mi puesto. No sabía qué hacer, tenía mucho miedo y mucha vergüenza por lo que acababa de suceder. Miré a mi alrededor y nadie se había percatado del charco amarillo que me rodeaba. Finalmente, un compañero observó y corrió a decirle a la profesora. Fui víctima de la burla en mi salón de clase con solo seis años.

Cuando estás pequeño lo primero que te enseñan es a obedecer y agachar la cabeza, te dan a entender que los adultos son quienes siempre tienen la razón y no debes ni puedes opinar. Así, creces lleno de temores, sin querer levantar la voz cuando tienes una opinión diferente o no te gusta algo, ó tomar decisiones como ir al baño por tu bien sin importar el regaño. Quizá tiene mucho que ver también la personalidad.

Para mí ha sido dificilísimo levantar la voz, decir que es lo que no me gusta, evito las confrontaciones y prefiero quedarme callada o alejarme. Ha sido un proceso poder expresar lo que siento, aprender a decir que no cuando no quiero ir a algún lugar, o hacer algo que me piden los demás, como un favor o un trabajo en particular. Terminaba cediendo y pasado un tiempo, después de soportar, explotaba en furia. Siempre decían que tenía un mal carácter. Si, mi carácter era fuerte, pero había una niña herida en mi interior que no sabía como sanar su corazón.

Debemos identificar porque actuamos de cierta manera en diversas ocasiones. Hay algo que te lastima, no pones límites y te exasperas. 

Poner límites es lo más sano que puede existir en todos los aspectos de la vida. Deberían enseñarnos desde pequeños la llamada inteligencia emocional, aunque los adultos deberían trabajarla primero. Niños heridos son adultos incapaces de reconocer porque actúan como lo hacen; y siguen cometiendo los mismos errores durante años.

Padres que han sido lastimados durante su infancia y lastiman a sus propios hijos, amigos que dejan de hablarse por no ser capaces de decir me equivoqué; vecinos que nunca dan los buenos días, adultos llenos de rabia y dolor; y de vergüenza. 

¿Vergüenza a qué? 

Al que dirán los demás, a que se caiga la máscara que nos ponemos ante el mundo queriendo decir que somos perfectos, que no cometemos errores, que estamos felices así como estamos, trabajando con dolor y embriagándonos el fin de semana, para olvidar nuestra vida a medias, que todo lo que hacemos funciona y es maravilloso.

Le tenemos más  miedo al que dirá nuestro tío vago y pobre que incluso a morir; y lo peor: morir infelices. Por eso nuestros sueños quedan relegados.

Debemos sanar para poder quitar los miedos de nuestra mente. ¿Y si se ríen que importa? ¿Y si te dejan de hablar que importa? ¿Y si te dan la espalda que importa? Siempre hay más personas por conocer, más vidas por impactar y otras personas que si te darán el valor que mereces.

Empieza a mostrar tu realidad, lo que te gusta y apasiona, lo que sueñas, trabaja por eso, habla de ese sueño y ten claro que va a funcionar. Imagina tu yo del futuro que te dice: lánzate, arriésgate que aquí estamos llenos de vida y plenitud, todo salió bien y valió la pena. 

Las personas no tienen la autoridad para destruirte, tu tienes el poder y el control sobre lo que sientes, tu decides que te puede alcanzar de lo que ellos dicen o hacen. Las personas hacen, no te hacen. Yo elijo que agarro para mi. Como en las piñatas, todo cae al piso y tu eliges que quieres recoger.

Elígete, Recógete, Sánate primero.


Con amor, 


Alexandra Gómez S.


 






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