¿En algún momento te has sentido derrotada?
Yo si. Descubrir que la vida no es como la estás viviendo es un golpe tremendo.
Ese día sentí morir. La sangre se me congeló y mi corazón empezó a latir con mucha fuerza; mis manos sudaron, mi frente también. No entendía nada.
¿Ese mensaje era cierto? ¿Para quién era? ¿Conocía a esa persona? Ese nombre nunca lo había visto.
Llamé a mi amiga Lore. Mis manos temblaban y no sabía que estaba haciendo. Ella me calmó, me dijo que revisara con calma porque podría estar equivocada.
"Mamacita no te imaginás la falta que me hacés"
¿Qué? ¿Cómo era posible que extrañara a alguien de esa manera? ¿No se suponía que era feliz conmigo?
Yo era la mujer perfecta según el, bonita, segura, estudiosa y trabajadora, buena mamá, una gran esposa, no daba de que hablar, se suponía que teníamos nuestras responsabilidades claras y que respetábamos la relación.
Ese día me sentí humillada cuando descubrí su nombre y que esa tercera persona era cercana; de la cual siempre sospeché. Pero... como las mujeres nos dejamos llevar más por las mentiras de otros, y de la idea de no ser paranoicas, que de nuestra propia intuición, caemos en la trampa.
Yo sentía que tenía el hombre perfecto a mi lado, que valoraba lo que yo era y lo que le daba, me sentía segura de mi esposo y de mí, de lo que daba y como mujer; ese día esa imagen se derrumbó.
Derramé muchísimas lagrimas, traté de hacerme la fuerte, quedarme callada, seguir descubriendo en silencio más mentiras, pero fui incapaz. De mi boca salieron palabras de derrota y de odio al mismo tiempo. Quedó en mi alma plasmada la vida de mentira que vivía. La humillación, la burla, el desprecio, el desagrado, recordar sus caras cerca de mí cuando era inocente de todo lo que vivían; y de aquello que hay detrás de una infidelidad.
No puedo contarte como se siente ser infiel, nunca lo he sido; pero se siente muy doloroso ser engañado.
Es más doloroso aún, cuando la persona que tienes al lado es tan buen actor que no tienes la más mínima sospecha de sus jugadas. Al descubrirlo el alma se cae al piso y queda rota, es muy difícil repararla. Pero se puede. No es imposible.
Decidí perdonarlo. No confesó lo que hizo, esa infidelidad quedó registrada como un disparate. Pero estaba segura que así había sido. Y mucho después lo comprobé.
En ese momento pesó más el amor y la familia que habíamos construido, que aquel abismo que se creó en mi interior. Un túnel sin final que me hacía un hueco en el estómago, sentía caer y caer sin llegar a ningún lugar. Decidí voltear la página y continuar. Nunca fui a terapia, solo ya estaba acostumbrada a perder, a sentir desilusión, eso me lo había enseñado y demostrado mi padre. Seguía comprobando las palabras de mi madre cuando se expresaba mal de los hombres. Te acostumbras a que la vida es así, llena de desacuerdos, de incongruencias, de desilusiones y de fantasías.
Simplemente continué y perdoné. Sané sola, no hubo arrepentimiento, solo el tiempo curó las heridas. Me volví desconfiada, pero no de el, de mi, ya no me sentí tan bonita, ni tan inteligente, ni tan merecedora. Qué irónica es la vida, unos te la juegan y tu eres el que se desprecia.
Hoy, después de muchos años, volví a sentirme esa mujer capaz, firme, hermosa y segura. Me costó muchas lágrimas, la pérdida de mi hija, saber que el amor es más grande que el dolor y que puedo con todo.
No sé si hubo más infidelidades, tampoco me interesa saberlo. Esa vez lo supe por pura coincidencia, sin buscar la información me llegó. Por mi vida no se han atravesado más mensajes dolorosos. Hoy me siento plena con lo que soy y con lo que he construido de mi como mujer; y lo que hemos construido como pareja.
Hoy abrí mi corazón en este texto, no para que juzguen a nadie, solo para decir:
Mujer no sientas nunca que eres la culpable de los engaños y desengaños, se que una relación es de dos y que cada uno es responsable y culpable de ciertas consecuencias, pero nunca te sientas menos merecedora por los errores de otros, encuentra en que has fallado, en que puedes mejorar y como puedes remediar lo vivido. Si perdonas, hazlo de corazón. Si no puedes, empieza de cero. Mereces ser feliz y vivir en plenitud. Y la otra persona también. Pero si quieres darte una oportunidad, también es posible. Hoy nosotros seguimos juntos y nuestra relación es fuerte.
Alexandra Gómez S.
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