Los pilares de la vida y el círculo íntimo son fundamentales; pero lastimosamente algunos de esos pilares se tuercen, se debilitan, se caen o se rompen. Por mucho que intentes repararlo, tienes que seguir caminando con el corazón remendado, cojeando si es necesario, tuerto si es el caso, pero la vía nunca se acaba y los pasos que se dan allí mucho menos.
La vida es bella, es perfecta y es llena de luz. Pero nos enfrascamos tanto en la perfección y en encajar, que aquello que se sale de los estándares, te cuesta aceptarlo.
Muchas familias han crecido separadas, pero llenas de amor y de confianza; por el contrario, hay familias que se separan o dividen y además, se destruyen entre ellos por el ego y la humillación causada.
Ahí está la verdadera falla. No es dejar de querer, no es dejar de sentir, no es querer vivir otras experiencias, es cuanto daño le hacemos al otro. Cuan apegados estamos a que los estándares que te dice la sociedad deben ser perfectos al igual que tu, que si no funciona lo que quieres, crees que está mal.
Recuerdo siempre a mi amigo Jorge, sus padres estaban separados pero la relación entre ellos dos era muy buena. Siempre se reunían con su hijo y sus nuevas parejas, disfrutaban juntos y el ambiente era el adecuado para el crecimiento de ese niño. Para mi madre eso estaba mal, como era posible que pudieran compartir y ser amigos. Nunca, o por lo menos durante muchos años soltó su rabia y su dolor por la traición de mi padre y por el quebrantamiento de su matrimonio. Durante mucho tiempo decidió no firmar el divorcio y orar incansablemente por la reparación de su hogar, aunque sus vidas fueran totalmente diferentes. De hecho, nunca entendí porque se casaron.
Así fue durante muchos años, crecí en ese ambiente en el que los padres se divorcian y los hijos sufren las consecuencias del abandono, del desprecio, de las peleas, los odios y rencores.
Esa situación también te convierte en una mujer fuerte, independiente, capaz, que resuelve sola situaciones complejas. Toma decisiones sin esperar aprobación, hace sus labores sin que nadie te pida explicación y mucho menos que te alaben por el buen trabajo realizado.
Obviamente creces con vacíos, asumiendo soledad y roles que no te corresponden a corta edad. Creces y te enfrentas a situaciones dolorosas y traumáticas; y te cuesta pedir ayuda para solucionarlas.
Debes ir a terapia sin lugar a dudas, pero también te cuesta abrirte con extraños y hablar de lo vivido, de tus sentimientos, traumas y penas. Te haces consciente de los errores de tus antepasados para no repetirlos, aunque algunos los has copiado sin que te dieras cuenta. Cometes tus propios errores con tu pareja y tus hijos, ellos también, por más que trates de no cagarla, deben ir a terapia, perdonarte y avanzar.
El perdón, el amor propio, la responsabilidad contigo mismo, son los puntos que debes tachar de tu lista de pendientes para ser mejor persona, ir más liviano por la vida y sonreír más.
El trabajo es arduo en esta sociedad discriminatoria, que pretende ser perfecta y nunca lo será por más que lo intente. Estamos inmersos en una sociedad que cada día se llena de rencor, dolor, envidia y odio, que está presta para juzgar de inmediato, pero le cuesta alabar y bendecir a quien está haciendo bien su labor.
Soltar y hacernos responsables de nosotros mismos es lo que más cuesta, pero es la solución a vivir mejor, aportar a la sociedad y evitar sufrimiento, dolor y traumas a quienes dependen de nosotros.
Te invito a ver solo lo bueno, a perdonar a tus padres, revisar principalmente lo mejor que te han dejado, a darte cuenta de lo que puedes rescatar de su legado y apellido para llevarlo en alto; y mejorarlo para las futuras generaciones. Vive libre de cargas y culpas y empieza una vida plena. La relación que tienes con tus padres desencadena cómo será tu vida, esos lazos pueden quebrantar tus relaciones con otras personas, con tu pareja y con el dinero. Así que si hay algo fallando muy seguido en tu vida, resuelve la relación con tus papás y comprueba que todo empieza a mejorar.
Alexandra Gómez S.
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