Una taza de café, un libro y este cuaderno con un lápiz es el momento del día que me hace más feliz. Iniciar la jornada haciendo lo que amo, disfrutar de mi cobija, meditar, hablar con Dios, aprender y mejorar.
Es un agradecer no solo por abrir mis ojos físicos, si no también mis ojos espirituales o los ojos de mi otra dimensión, porque me permite avanzar para poder ayudar a otros a encontrar esa luz que ha hecho que me sienta plena y tranquila esté donde esté sin importar las circunstancias. Por supuesto me falta muchísimo por aprender, cada día es una prueba más para tener paciencia, fe, certeza y poder sobre mis pensamientos y decisiones.
Amarme y amar es entender a quienes me rodean, y ser luz para ellos es una misión que cada día debo realizar; esforzarme para entregar lo mejor de mí, buscar en el interior y canalizar todo lo malo, transformarlo y entregar luz al mundo.
No es una tarea fácil para llevar a cabo porque cada día atravesamos pruebas; y nuestra energía debe nivelarse para ser canal de tranquilidad y alegría. Toda esa luz debe viajar por los túneles oscuros de nuestro ser y marcar el camino de la mente hacia la paz, la plenitud y la esperanza de que todo lo que sucede así debía de ser. No le podemos quitar poder a las circunstancias de todo aquello que vinimos a aprender.
Así que agradece cada amanecer, el tener una nueva oportunidad de despertar a esa luz incesante de amabilidad, del poder que hay en ti para visualizar todo aquello que deseas sin caer en la constante queja y procrastinación, aquella en la cual siempre culpamos a otras personas o a ciertas circunstancias de nuestra pereza mental y emocional.
AMANECER es un regalo divino. Disfrútalo y compártelo siempre.
Alexa Gomez S.
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