Nunca esperas un bebé pensando que puede haber complicaciones. Sabemos que las posibilidades están allí pero que nunca nos tocarán. Cuántas personas sufren a raíz de injusticias, accidentes, violaciones y enfermedades; vemos toda la información en televisión o internet pero nunca pensamos que este tipo de tragedias nos pueden suceder a nosotros ni a quienes nos rodean.
Entonces al enfrentarse a la muerte
y a desafíos gigantes como cuidar un niño con parálisis cerebral, ves la vida
de otra manera. Primero entras en una etapa de sufrimiento y no quieres aceptar
la realidad, continúa un proceso de rabia que te lleva a pelear con Dios y
contigo misma a consecuencia de la culpabilidad, te cargas con culpas
diferentes porque sientes que pudiste haber hecho algo más o que no debiste haberte
equivocado en otros momentos.
Lo cierto es que mientras tu te
remuerdes por dentro, la vida sigue su rumbo, tu hijo continúa creciendo e
inicias otro proceso de actividades diarias: terapias, especialistas, alimentación
por sonda, desnutrición, entre otros, todos aquellos desafíos que permiten
conocer otras familias en la misma situación y empiezas a entender que tu hijo
no es el único en estas condiciones, aprendes que en el mundo hay alrededor de
mil millones de personas con discapacidad, que solo en Colombia hay alrededor
de 300.000 niños con parálisis cerebral y que el 70% de ellos vive en la
pobreza. En ese momento entiendes que hay mucho por hacer, que cada momento
vivido sirve para despertar y salir de la burbuja en la que vivimos, que necesitas
de esa fuerza interior por tu hijo, por ti y para contribuir a la sociedad
cambiando de mentalidad.
Nos llenamos de valor para enfrentar
el pobre sistema de salud, el bajo acceso a la educación con inclusión, debes
también enfrentarte a las miradas indiscriminadas, compasivas y de lástima de
las personas y del personal médico,
lidiar con el rechazo, con las hospitalizaciones y además, y por si fuera poco,
no dejar de sonreír.
Tampoco puedes olvidar que eres
mujer y esposa, verte peinada, bien vestida, delgada, tener las uñas
arregladas, tener tiempo y disposición para hacer el amor, para salir con tus
amigas, leer, contestar mensajes, ayudar a tus otros hijos con las tareas,
cocinar, lavar, hacer la comida, reclamar ordenes, autorizaciones, exámenes y
medicamentos. Pero esa no es la peor parte, la mayoría de las parejas terminan
por separarse y a alguno de los dos le toca todo solo.
Como madres debemos apoyarnos,
ayudarnos y darnos moral, ser mamá es difícil y si es de un niños especial, aún
más. Miremos alrededor y busquemos a cual de estas mamitas podemos brindarle
una mano amiga.
Alexa Gómez S.
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