Hace poco tiempo vi una serie en Netflix acerca del reinado de
Inglaterra, nos adentraron en su “perfecto” mundo de ensueño. Pero en el
transcurrir de la serie vimos sus rutinas, pensamientos y actos; y se que
mezclan la realidad con la ficción, pero aún así, fue muy triste encontrarme con una historia absurda, digo
absurda por que cuando eres niña, los adultos te leen cuentos de amor y
perfección al igual que lo hacen los dibujos animados y las películas de
Disney. Cuando estaba pequeña recuerdo a mi madre, sentada junto a mi en
nuestro apartamento, frente al televisor donde hablaban y recordaban la boda
del príncipe Felipe y la princesa Diana. Sus ojos centelleaban un brillo del
más allá, se imaginaba viviendo esa vida sin “preocupaciones” y en sus palabras
susurradas, lograba sentir lo mucho que admiraba a dicha mujer que se convirtió
en realeza.
Por eso las mujeres aprendemos a soñar con el príncipe azul que nos rescata del abuso, del abandono o de la pobreza, aquel príncipe que sale de un cuento de hadas y te ama por el resto de tu vida.
Descubrir las mentiras, trampas y hazañas que se han manifestado durante todos estos años para guardar las apariencias en ese mundo rodeado de lujos, bailes y coronas, palacios amplios y altos rascacielos cargados de luz, elegancia y color, espacios con mobiliario exquisito y cuadros de grandes artistas; pero sin humanidad, sin felicidad y llenos de impotencia y cobardía.
Todo ese inconformismo que transmitió cada uno de los personajes me hizo ver con claridad lo que necesita el mundo: Personas capaces de luchar por lo que las hace feliz y poder reflejar o transmitir esa sensación a quienes le rodean. Sin altanería, sin prejuicios y sin envidias, sin pasar por encima de las personas para lograr honores, riqueza y poder.
Nosotras como mujeres debemos forjar nuestro verdadero cuento de hadas, sin conformarnos con el primer sapo que se atraviese, debemos encontrar ese amor propio que nos lleve a reflejar belleza y grandeza en nuestra mirada; debemos dar a entender que no somos de nadie ni vinimos a servirle a nadie, estamos aquí para ir a la par con los hombres, hombro a hombro por la familia y la sociedad.
No queremos ser una princesa Diana rodeada de tragedia, desamor, irrespeto y autocompasión. Aquella mujer que mi madre tanto admiraba y fue una decepción descubrir su verdadera historia.
Seamos esa mujer capaz de saber escoger el hombre que la valora y respeta; y si el hombre con el que estamos ya quitó su mascara de príncipe y se convirtió en una bestia, que seamos capaces de dejarlo, seguir adelante solas y sin miedo.
No permitamos que las apariencias nos deslumbren, cada persona y familia es un mundo diferente. Aprendamos a equilibrar la vida, tengamos prioridades, sueños, metas y luchemos por ellas; pero no te maltrates, si no fue hoy, será mañana, pero que sepas que has dado lo mejor de ti, te levantas y vuelves a empezar.
Salgamos de ese cuento de hadas y vivamos nuestra propia realidad.
Alexa Gómez Silva
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